viernes, 24 de enero de 2014

SEGUNDO DÍA DEL TRIDUO EN HONOR A MARÍA SANTÍSIMA DEL CONSUELO



Continúa hoy el Triduo en honor a María Santísima del Consuelo a las 18:30 horas con el rezo de la parte del Santo Rosario correspondiente, seguido de la Oración preparatoria para todos los días:

Virgen dolorosísima, sois el Consuelo de los cristianos: acoged la súplica de un pecador que os ama tiernamente, honra de un modo especial, y pone en Vos la esperanza de su salvación. Yo os debo la vida, vos me volveréis a alcanzar la gracia de vuestro hijo; sois la prenda cierta de mi salvación. Os pido, Señora, que me libréis del pecado, disipad las tinieblas de mi entendimiento, alejad de mi corazón los efectos terrenos, reprimir las tentaciones de mis enemigos y dirigid mi vida conforme a la ley de Dios, y dadme la gracia que necesito para hacer con fruto este ejercicio, siendo para gloria tuya y provecho de mi alma. Amén.


Hoy se realizará la siguiente consideración:

Virgen del Consuelo: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste cuando viste a Jesús Flagelado como si fuera un malhechor, concédeme que yo me aproveche de los frutos de su pasión, que sea un cristiano verdadero, flagelado con Cristo, y que considere como una honra el padecer y sufrir algo por ser cristiano y practicar las virtudes cristianas.

Después para obtener la gracia que se desea mediante este Triduo, se rezará un Padrenuestro y siete Avemarías en honor de los siete dolores de la Santísima Virgen.


El Santo Rosario concluirá con la oración final para todos los días:

Oh, Virgen del Consuelo, aurora resplandeciente del Divino Sol de Justicia, Consuelo de los afligidos, salud de los enfermos, vida, refugio y amor de nuestras almas. Por lo que padeció vuestro corazón de Madre, al ver preso y flagelado como criminal a vuestro inocente y amadísimo Jesús, y por los dolores y lágrimas que os costó nuestra Redención, comprada con la preciosa sangre de el Hijo de Dios, que era, a la vez, vuestro hijo, os rogamos miréis con ojos de misericordia a los que venimos a vuestros pies, para ofreceros nuestros corazones. Acoged benigna nuestras súplicas, alcanzadnos las virtudes que debemos tener para servir y amar Dios; bendecid nuestros campos, nuestras casas y nuestras familias. Llenad de paz y alegría nuestras almas, y pues sois nuestra vida, nuestra dulzura y nuestro Consuelo, haced Madre mía, que por vuestra poderosa intercesión descansemos de los trabajos de la vida en la patria celestial. Amén.